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«Quines» el de Aja

Todavía no hace dos años que, de vuelta á la «tierruca», pregunté por el tío Quines.

En el valle de Soba representa este gañán el tipo más característico y de más abolengo de aquella peñascosa región.

Es un hombre de más de cien años, fuerte como las vetustas rocas batidas por el rigor de las tempestades.

Su naturaleza, verdaderamente privilegiada, mantiene su antiguo vigor; por eso, aún trabaja en las mieses con la misma actividad de los jóvenes.

Con su pequeña hacha al hombro, ya dentellada por el uso de tantos años de partir raíces de árboles, se marcha al monte ó á la «Peña de Aja» en demanda de cotorros (1) para de ellos hacer lumbre.

A la noche recoge su par de cabras, que durante el día andan merodeando por las mieses de los vecinos, y otro par de ovejas que llevan un remiendo rojo sobre la lana para ser conocidas; saca una zapita casi llena de leche de las primeras, cuece su torta de borona, cuyos pedazos son ahogados en la misma leche, y esto sirve de nutritiva cena al bueno de Quines.

En toda tierra sobana es conocido como el hombre de mayor rudeza de carácter y la más fuerte organización física.

En una ocasión-cuentan sus vecinos- yendo á buscar sus «cotorros» en la época de las nevadas, cargando su cuévano á espaldas, le aconteció resbalar uno de los pies, que calzaban abarcas, precipitándose por un despeñadero.

Le resultó de esa caida gravísimas heridas en la cabeza y otras partes. A los pocos días de esto, el bravo Quines no sufría nada de cuidado.

El mismo aplicó sus medicinas, que son iguales á las que se aplican al ganado vacuno, rehusando la intervención de cirujano.

Cuando iban á visitarle le preguntaban: -¿Ya estás bueno, Quines?

-Sí, sí, carancho, á Dios gracias ya no me lija cuasi nada lo dela cabeza, y ha pegado una carne con la otra.

Nunca Quines recuerda de haber tomado remedio de botica, ni tampoco el de haber guardado cama como enfermo.

En las reuniones del Concejo, presididas por el regidor, es el que siempre está de acuerdo para salir á «correr el lobo» que acostumbra á hacer sus correrías por el Mazo ó la Espina.

Y esa espontaneidad nace de la satisfacción que siente cargando en la expedición el pellejo de vino.

Quines vivió mucho tiempo solo, metido en su tugurio, después que le faltó su compañera.

Aún vive dentro de aquellas viejas y sucias paredes, sin higiene y sin luz y expuesto en las crueles temporadas invernales al frío y á las humedades.

No por eso su recia organización se anodada y todavía va en busca de sus cotorros, cerca de Sopeña, á desenterrarlos bajo la nieve.

No conoce máspueblos del valle que el de Veguilla, y éste lo conoce prácticamente, por tener que ser él quien ha de traer el pellejo de vino de la taberna del tío Benito, siempre que sea por cuenta del Concejo.

Nadie del pueblo sabe como él ahuciar (2), y aún posee tanto pulmón como el del célebre Tamagno. Es por eso por lo que los vecinos le dan el honor de hacer el desafío al lobo.

En los domingos se reune el Concejo en el portal de la iglesia, después de lamisa conventual y bajo la presencia del tío Perico Celada, regidor á la sazón del pueblo.

Todos los vecinos se presentan en este día igualmente vestidos, ó con pequeñas variantes:

Chaqueta de paño grueso con chaleco del mismo género: bragas de pana de color aceituna; camisa blanca dominguera; faja negra ó morada; sombrero de anchas alas lleno de mugre por el uso y unos zapatos de baqueta sujetos con grandes correas y fuertemente tachonados.

El uso de la boina, en Soba, es más llevado por los jóvenes.

Los concejales, como de costumbre, se presentan todos afeitados.

Es de buena pragmática no dar comienzo á ninguna reunión concejal sin estar presente una cántara de vino.

Quines ya se había encargado de traerlo de casa del tío Benito, y allí estaba, arrimado á su cacharro, con el vasico en la mano esperando la señal del tío Perico para escanciarlo.

Para comenzar la sesión faltaban uno ó dos vecinos, y entonces, cuando eso sucede, la campana de la iglesia, que es en la aldea la lengua que vocaliza con sus gráficas modulaciones metálicas todas las manifestaciones del sentimiento, hace la llamada.

Cuando todos estuvieron reunidos, Perico hizo la señal de orden á Quines para el reparto del vino antes de dar comienzo á la sesión.

Quines alarga primero el vasico al Regidor, y éste antes de llevarlo á los labios, simula una tosecilla que se traduce en satisfacción, echa una salivada al suelo con hilitas de escupitina y, mirando hacia el cielo en señal de gracia, dice al hechar el trago: -¡Jesús!.

Todos responden áuna: -¡Que aproveche!

Después de todos haber echado su buen trago, Perico toma la palabra para explicar el motivo de la reunión y dice:

-Pus Tonio, el de Pacha, ha dichu que ha vistu el lobu hacia los laos de la «Espina», y Crespo si mi ha quejau que le falta la cabra pinta hace dos días. Tonio, que estaba presente, haciendo gestos de aprobación, añadió:-Sí, sí, reconchu, que le vi, y que grandón era, ¡madre mía! más grandón que el becerro del indianu, el roju.

Me metió un miedu cuandu bufaba y saltaba por las peñas, que eché á correr por los laos del Cerro de Bustamante abaju…

El tío Perico, dando por terminada la sesión antes de haber agotado la última gota de mosto, concluyó con estas palabras:

«Pus mañana, á las ochu, aquí toos reuníus en esti mismu sitiu y con el más fuerte palancu que tingais, y tú, Quines, á lo del tío Benitu, á por un pelleju de cuatru cántaras, por cuenta del Conceju».

Los concejales en señal de aprobación dijeron:

-Pus á matar ese condenau de lobu; y Crespo, echándoselas de valiente, decía:-Reconchu, si le agarro!.

Al otro día, y á la hora convenida, subían por la lastra arriba veintiún vecinos de Aja, armados todos con sus garrotes y llevando la intención de matar con ellos al terrible bicho.

Quines marchaba al lado del tío Perico, cargando en el cuévano al pellejo´.

De vez en cuando los expedicionarios echaban mirada codiciosa á lo que cargaba Quines.

Cuando llegaron al Mazo de Aja hicieron alto y escancieron de nuevo el pellejo.

Allí se dividieron en dos grupos, después de haber dado un buen golpe al mosto.

Quines no abandonaba al tío Perico, que tomó con los suyos el rumbo de Astrana y el otro grupo sobre el lado de San Pedro.

El lobo, según los informes de Tonio, debía andar por los peñascales de la Espina, pero después de tres horas de batidos aquellos sitios, no se encontraron ni los vestigios del terrible bicho.

Habían combinado unos y otros volverse á reunir en el punto de partida para allí deliberar lo que debían hacer.

La resolución fue regresar al pueblo después de apurar la última gota del pellejo.

Faltaba que Quines desempeñara su misión retando al lobo.

Larga el cuévano, trepa, sobre uno de los peñascos más altos, blande al aire el terrible palanco en son de amenaza, y dice con estridente voz:

¡Lobu!… ¡co… si te coju!…

Y termina con unos cuantos gritos cuyos ecos llegan hasta los pueblos más cercanos.

Regresan entonces los vecinos á sus casas, muy satisfechos y de buen humor, no por haber matado el lobo, pero sí por haberlo espantado, el cual, en el decir de esas gentes, bien podían cada uno traerlo en sus cabezas.

Todos los chicos que han salido de Aja-¡y qué listos han salido algunos!-para probar fortuna en estas Américas, hoy tan desangradas, recuerdan con demostrado interés al popular Quines, y cuando viene de esa querida patria alguno, salido de la aldeuca, le asediamos luego con estas preguntas:

-¿Has visto á Quines? ¿Has hablado con él? ¿Vive aún?.

Esto me han preguntado los sobanos á mi regreso.

J. Bercedo deAja.

Pelotas, (Brasil), noviembre de 1905.

(1) Cotorros, raíces de árboles añosos.

(2) Ahuciar: gritar fuerte.

 

El Cantábrico. Diario de la mañana. Año XI. Número 3866. 12 de Diciembre de 1905.